El culpable de todo

Tuesday, April 22, 2008

El Vampiro de la torre Eiffel

Se hacía llamar Paulo y era un bicho gordo y perverso venido de las marañas más oscuras de Brasil.
Instalado en París desde comienzos de siglo XVIII, sus ojos de boa constrictora habían visto el crecimiento y consolidación de la
urbe prácticamente desde sus cimientos. Conocía con lujo de detalle cada esquina y cada callejón, cada plaza y cada café. Como
si fuera su mano quien los hubiera trazado, los recovecos de la ciudad eran suyos.
Paulo lo veía todo, desde los dibujos de las sombras en el empedrado húmedo, hasta los más pequeños matices de polvo acumulado en los viejas figuras ornamentales.
París, la oscura y misteriosa, no tenía secretos para él.
Hechicero único en su clase, Paulo había introducido cambios en las artes mágicas africanas que se practicaban en Francia desde hacía más de dos siglos, su escuela tenía raíces más negras y profundas incluso, que las originales. Por lo tanto, la magia que practicaba el Vampiro Padre siempre funcionaba.
Contaba con una decena de discípulos, todos ellos humanos que había cosechado a lo largo de generaciones, a quienes usaba para ejecutar diversas tareas y a quienes rara vez frecuentaba. Estas personas sin embargo, lo veneraban y le rendían culto como a un Dios viviente. Ellos eran la extensión humana del vampiro para, llegado el caso, cumplir las órdenes más insólitas.
Paulo se valía de sus conocimientos para seleccionar a sus presas. Era capaz de soportar días enteros sin alimentarse, hasta que el frenesí se apoderaba de el. Un instinto lupino que lo dejaba en trance mientras algo en su interior se convulsionaba, como si despertase en su propio cuerpo una entidad nueva y hambrienta. Entonces, se le dilataban las fosas nasales y el podía olfatear
a los elegidos ( siempre especiales, siempre unos pocos entre miles ) sin importar a que distancia se encontrasen. Una vez seleccionada la víctima, el vampiro iniciaba la búsqueda y no cejaba por ningún motivo, incluso si la empresa le tomaba días, se volvía un cazador implacable y usaba toda su astucia y ferocidad con el fin de alcanzar su alimento.
Solo dos veces a lo largo de su inabarcable existencia Paulo había estado a punto de morir. La primera había sido muchísimos años atrás, en el corazón de la selva amazónica. Su máscara tutora lo había dejado al cuidado de un jefe chaman a fin de fortalecerlo espiritualmente. Pero el chaman resultó ser débil y una noche fue poseído por un espíritu mayor.
Un Diablo hembra que mató el alma del chamán y usó su cuerpo para engañar al vampiro. Paulo era entonces una criatura joven, y fue fácilmente presa de sus ardides y tejedurías. Al tercer día logró romper el cerrojo psíquico y logró escapar, emponzoñado y débil, arrastrándose por la jungla inmunda y soportando una agonía que lo acompañó durante semanas. El brazo derecho le había quedado atrofiado por efecto del veneno y no se recuperó hasta varios años después, cuando sus conocimientos en hechicería le dieron habilidad para regenerar sus tejidos. Durante todo ese tiempo el vampiro esperó pacientemente, recuperando su energía vital y alimentando su furia. Cuando se sintió preparado volvió en busca de su enemigo.
-Lucharon en cuerpo y alma como dos insectos mortíferos y en la vastedad de su odio, el tiempo fue como un lento coágulo de sangre.
Al final del duelo, Paulo aplastó al demonio y se llevó consigo sus dientes a modo de amuleto y su fuerza a modo de trofeo.
La segunda ocasión en que Paulo estuvo a punto de morir fue cuando Celestine le negó su corazón.
Esa misma noche, abrumado por un dolor desgarrador, el vampiro se encaramó en la parte más alta de la torre Eiffel y contempló largamente las estrellas, los serpenteos del Sena, las luces brillantes de la ciudad madre. Observó los signos del transcurrir humano y en contexto le pareció algo tan ajeno e inalcanzable como las estrellas mismas.
Sentado sobre el borde de la estructura sus pies acariciaron el vacío y por un momento, la idea de dejarse caer le pareció más que interesante. Para que seguir arrastrándose por el mundo? Se preguntó. Que sentido tenía seguir de polizón en un mundo que le negaba todo, que lo rechazaba continuamente, que se sentía repelido ante su simple presencia?. Su propia muerte nunca le había resultado tan atrayente como hasta ahora.
El vampiro tomó una resolución. Se incorporó sobre una gruesa viga de hierro, llenó su pecho de aire y cerró los ojos.
Antes de saltar, con toda la fuerza de su concentración mágica, lanzó al éter una descarga de energía poderosísima.
No me olvides al menos, Celestine. Por favor, no me olvides.
La caída fue rápida y hasta cierto punto, fácil.
Su cuerpo se estrelló contra el suelo y se hizo pedazos.
Pero no murió.
En algún punto del tiempo y el espacio despertó hecho una carnicería en un cuarto blanco y estéril. Lo que quedaba de sus retorcidas extremidades estaban amarradas con cuero y cadenas a una camilla de acero empotrada en una pared de concreto.
Desde el cielorraso, tres poderosos focos de equipamiento quirúrgico lo alumbraban sin piedad.
Intentó hablar pero solo consiguió emitir un débil gruñido.
El dolor lo era todo.
- Tranquilo. Es inútil que se esfuerce - Le respondió una voz a través de un pequeño altoparlante.
- No sabemos quien es usted, pero sabemos Que es usted. Usted es la respuesta de Dios a dos mil años de interrogantes científicas -
Amargamente, Paulo entendió el resto.