El culpable de todo

Monday, May 08, 2006

El hombre de hojalata

1. Cabeza que sueña.

Vinicius despertó cerca de mediodía confundido y perplejo a causa de un mal presentimiento. Sus ojos buscaron erráticos en la penumbra de la habitación hasta que el recuerdo de la noche anterior se despegó de las imágenes que había soñado. Un escalofrío recorrió su espalda como un ciempiés frenético.Habían sido pesadillas. Y de las buenas. De esas que uno desea que se esfumen lo más pronto posible. Se llevó una mano a la frente y se enjugó el sudor pensando que ciertos sueños deberían volverse insustanciales con los ojos abiertos. Pero aún así la última escena todavía se mantenía flotando, el espejo ondulante de un país sombrío, la persecución en cámara lenta, y después, de repente algo que era todo uñas y dientes le había saltado encima y lo había devorado salvajemente.Se levantó del viejo sofá destartalado y apoyó el pie descalzo en un charco de vómito seco. La ginebra de mierda y sus souvenires, se le ocurrió que debería cambiar de hábitos en un tiempo prudencialmente corto. Entre puteadas, se las arregló para contorsionar su cuerpo dolorido y rescatar el paquete de cigarrillos de abajo del sofá. No podía calcular cuando había sido la última vez que había dormido una noche entera sin sobresaltos, sin despertarse sofocado por un grito, con el corazón desbocado y la mente convertida en una cacofonía de voces.Fumó con la vista fija en las ventanas cerradas, tapiadas desde adentro para impedir que entrara la luz del sol.Afuera, una estridencia de pájaros comenzaba a ponerlo de mal humor. Esos bichos de mierda parecían haber elegido el nogal de la entrada para ensayar su repertorio. A Vinicius le dieron ganas de salir a espantarlos a los gritos, pero le pareció una idea ridícula. Solo era un dolor de cabeza, una consecuencia de la resaca, nada más que eso. Hacia el oeste se escuchaban lejanos ladridos que de tanto en tanto eran contestados por el estruendoso vozarrón de Groucho, el San Bernardo grandulón y estúpido de su vecino.Vinicius suspiró, imaginó el día brillante y caluroso que lo esperaría afuera en el caso de que se decidiera a salir, pensó en la luz blanca derritiéndose sobre las calles y las casas, la claridad hostil acechando sus torpes movimientos de fotofóbico. De pronto se sintió fatigado y el pensamiento recurrente se le pegó sin darle tiempo a rechazarlo. Al final, a pesar de si mismo, se había convertido en el adicto patético que su padre le había pronosticado años atrás. Una persona débil y sin voluntad, hamacándose siempre entre la tristeza y la autocompasión. Cada vez que caía en la cuenta del irremediable ser en que se había convertido se preguntaba por que había renunciado tan pronto al coraje de acabar con su vida. En el momento de elegir (cuando ignoraba que más adelante las decisiones serían cada vez más fugaces e inalcanzables) había creído en un desenlace diferente, un destino cargado de segundas oportunidades y ensoñaciones de compensación y confort. Bueno, era bastante gracioso; en las escasas encrucijadas drásticas de una vida, los idiotas solían apostar su alma al diablo a cambio de gloria y poder, y eso al menos tenía cierto sentido. Pero él ni siquiera había apostado, simplemente se había puesto a especular con la idea de hacerlo, hasta que fue tarde y el gran crupier cósmico dijo “no va más”.Vinicius escupió en el piso mugriento y tosió una tos de perro. La habitación era un desastre. Le hubiera gustado recordar que había pasado entre esas cuatro paredes anoche, pero le dolía tanto la cabeza que cualquier esfuerzo por hacerlo le provocada puntadas en las sienes. Sabía que alguien había estado con él, alguien que se le antojaba conocido, un viejo amigo tal vez, pero quien?. Las caras se sucedían en su memoria sin que lograra identificarlas. Casi siempre se tornaban borrosas a las pocas horas de partir.Se conformó con restarle importancia. Al carajo con la gente. Al carajo con los amigos. Al carajo con todo. El significado de los acontecimientos era una cuestión de valores asignados. Y había cosas en el mundo -determinadas y maravillosas cosas- que valían más que el mundo mismo. Estaba seguro.Abrió el segundo cajón de una bamboleante mesita de luz en donde hacían equilibrio varias botellas y su rostro se iluminó.Ahí estaba la respuesta.Sostuvo la ampolla entre sus dedos y la observó a contraluz como si fuese el secreto mismo de la felicidad. De hecho había sido un período de espera insoportablemente largo ésta vez.Vinicius sonrió.La mezcla que sostenía en la mano era la llave que lo trasportaría al otro lado del infierno. No al infierno de desesperación y angustia de su realidad personal, sino al infierno dulce, al infierno-paraíso, donde todo el sufrimiento de la tierra no era más que un minúsculo latido subterráneo.Muchas veces había sido parte de aquel mundo paralelo, de aquel vacío blanco y cegador que lo envolvía como una gigantesca sábana. Generalmente no podía determinar si era él quien flotaba despojado de la materia en el inconmensurable paisaje blanco, o si era poseído por alguna entidad desconocida, algo así como un ángel protector que le arrojaba las sobras de aquellas soberbias sensaciones. Una vez había querido trasmitírselo a un amigo y se había frustrado en un laberinto de metáforas y ademanes de orador psicótico. Porque, ¿cómo se le explicaba a alguien lo que significaba ser un ente incorpóreo?¿Cómo se le hacía entender a un ateo la escencia de un milagro?. El privilegio de ser elevado a un estado de pureza que alcanzaba niveles superiores a lo humano. Pero a Vinicius le había llevado tiempo darse cuenta de que sus experiencias eran intransferibles. A veces tenía la necesidad de contarlo, por más que no lograra expresarlo dignamente. Había emergido en otros mundos y llevaba sus marcas, los colores y las formas surgiendo en oleadas tan cautivadoras y cargados de un misticismo tan profundo que no podía desprenderse de ellos ni siquiera cerrando los ojos, ni siquiera arrancándoselos. Era como si se filtraran a través de sus párpados y le hicieran cosquillas en los rincones más oscuros de su espíritu. Entonces era cierto, a fin de cuentas, algunos sueños no podían ser explicados. Y en cuanto a la otra cara de la moneda; por supuesto que conocía el infierno. Se habría cortado el brazo derecho sólo para permanecer ahí el mayor tiempo posible.Vinicius volvió al sofá y escarbó detrás de los almohadones hasta que encontró la hipodérmica. Acto seguido escupió en el piso, lamió la aguja y se perforó una vena cubierta de llagas. Ni siquiera se tomó la molestia de hacerse un torniquete en el brazo. Empujó el émbolo de la jeringa como si de eso dependiera la continuidad del universo.El fluído se precipitó por dentro como una jauría enloquecida. Sintió las llamas ardiendo en su sangre, el parpadeo veloz de su mente en repulsiva aceptación, las imágenes huyendo en pedazos como si la realidad fuese un espejo quebrado dejando ver entre sus grietas una nueva versión de la historia. Sintió su corazón convertido en un tambor demente, retumbando en sus oídos como cañonazos, hasta que cada latido fue tan ensordecedor que no pudo soportarlo.Después ya no fueron sensaciones humanas.Vinicius abandonó la tierra acurrucado en un rincón mugroso de su habitación. Durante ese instante de agonía, el dolor fue inmenso y sus ojos permanecieron abiertos como platos. Un hilo de saliva cayó desde sus labios temblorosos formando un charco en el piso de madera. Antes de desaparecer para siempre, un último pensamiento cobró forma en el espacio colapsado de su mente:¡Bierce! Bierce había estado anoche contándole otra de sus historias enroscadas. Bierce y toda su esquizofrenia a cuestas, Bierce y sus extravagantes condiciones. Y después, una vez aceptado el trato, el hijo de puta había torcido la cara en una de sus típicas sonrisas de tiburón antes de asegurarle que esa heroína era lo mejor de este mundo y el otro.






2. Limbo y pasadizo.

Vinicius cayendo en la espiral....Sin el don de la palabra. Una simple acumulación de datos y estímulos. Sin conciencia del cuando ni del donde. Chispas de rojo encendido como pequeñas estrellas girando y arremolinándose sobre un fondo negro.Vinicius caía, y en el medio del caos y la confusión había algo que limitaba a duras penas con un estado de lucidez palpable. Un parpadeo débil que se propagaba despacio pero inexorablemente, envolviéndolo todo en abstracciones de luz y oscuridad.Tiempo?La oscuridad-luz transformándose en tiempo?No lo supo bien, pero de alguna vaga manera acarició la certeza de que el verdadero concepto del Gran Dios/Cosmos giraba en torno a la palabra tiempo.Retuvo una visión confusa y quebradiza de dos columnas de niebla y fuego entrelazándose en espiral hacia la nada. Una espiral que era inmensa y lo abarcaba todo. Una espiral que era el pasado y el futuro uniéndose en la intersección de su conciencia.Vinicius estaba en la espiral. Y dentro de esa tromba comenzaron a llegarle sensaciones que poco a poco fueron traduciéndose como si fuera un alfabeto Braile.Entendió que no estaba solo. Paradójicamente, él estaba dentro de la espiral y la espiral estaba dentro suyo, en una comunión íntima de dimensiones inabarcables. Vinicius podía sentir la presencia de otros, de millones, de infinitos otros dentro y fuera de su ingrávido ser.No era fácil de precisar. Un hormigueo eléctrico que era al mismo tiempo tranquilizador e inquietante. Los otros estaban tratando de comunicarse, diminutos estímulos le decían que había algo importante que comprender. Hablaban por medio de un lenguaje antiguo y primitivo, como el lenguaje de la sangre de un instinto animal. Era también la voz de constelaciones ancestrales. La voz salitrosa de todos los océanos de todos los mundos. La voz de civilizaciones que habían sido olvidadas por otras civilizaciones también olvidadas.La voz lo estaba invitando a unirse.La voz lo llamaba.Vinicius se sintió en éxtasis. Palpó la eternidad como si fuera un átomo dentro de una madeja de vitalidad y significado. Arrastrado por una marea colosal, se dejó llevar sin oponer resistencia.Acercándose.Acercándose.Y entonces sucedió algo espantoso.La marea que lo llevaba cambió de dirección y se encrespó. La voz se convirtió en un sonido menguante, un silbido que se enroscó en si mismo hasta extinguirse por completo, dejando en su lugar un vacío que era el súmun de todas las aberraciones.Vinicius no pudo gritar.La espiral lo rechazó y lo escupió hacia una oscuridad cargada de pesadillas.Y esta vez la caída fue vertiginosa.Tal vez fueron fracciones de segundo o tal vez fueron miles de años, pero Vinicius se retorció como una larva a lo largo de todo el descenso.Hasta que la oscuridad dio paso al entendimiento. Y la inconsistencia se convirtió de nuevo en carne. Al principio sus sentidos se negaron a aceptarlo.Entonces el alarido surgió como un borbotón de horror negro y espeso.Vinicius había llegado a un lugar sin nombre.Vinicius había llegado a un lugar que superaba todo lo que había creído que un infierno le podía ofrecer a su huésped.

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