El culpable de todo

Monday, May 08, 2006

Relatos de las almas perdidas



Los alcohólicos


Fresa baja la cabeza y observa fijamente sus zapatillas llenas de barro. Frunce la nariz como quien ha olfateado algo desconocido y tratase de decidir si le resulta desagradable o no. Tiene una expresión de concentración que parece exagerada para una chica de su edad. En realidad tiene 23 años, pero cuando arruga la frente de ese modo pareciera no tener edad.Hace rato que el sol la ha descubierto sentada en su miserable escondite ( apenas un banco de madera en una esquina de una plaza ) y desde entonces no ha dejado de hostigarla, pero Fresa considera que su obstinación, la única herencia palpable que le dejó su madre, es mayor que su sensibilidad y sentido común y por lo tanto ha decidido permanecer sentada al rayo de sol hasta que se le antoje.Al cabo de tres horas está perfectamente insolada. No sabe que son las dos y cuarenta y siete de la tarde y que no ha comido desde hace varios días, como tampoco sabe que si lo supiera le importaría un carajo. Aislada de a ratos del mundo circundante, acaricia pensamientos que podrían acercarla a un estado de espiritualidad más elevado, pero enseguida los hace de lado restándoles valor. Nunca le dijo a nadie que se ve a si misma como una perra egoísta y desdeñosa.Prefiere preguntarse de donde ha sacado esa fea costumbre de retorcerse las manos, se lo pregunta dos, tres veces. De donde saqué ésta puta manía?...un trago, otro trago, otro más, otro, un río, un océano....De donde?.Otro trago, otro trago...En el fondo no quiere ponerse a pensar detenidamente en el tema, quizá porque conoce la respuesta y sabe que cada vez que piensa en la ansiedad es como si la invocara (infalible, capaz de atravesar el vidrio para acudir a destrozar la presa, lo mismo cortarse las venas o llamar a Mister Toc-Toc , esa bestia perruna siempre atenta)Su ansiedad es de un color violeta intenso, un color Lovecraft de amaneceres rotos, es la pelota de hojitas de afeitar, el payaso que se desata como tinta en sus aguas mentales, un color que sabe lastimarla y que siempre deja un eco, un nerviosismo punzante entre las sienes que se parece mucho a un preludio de tormenta.Cuando no hay alcohol en la garganta Fresa alimenta palomas en plaza Congreso en medio de un sol de verano con terribles ojeras y la mente danzando en cualquier otro lugar. Pero hoy si hay alcohol, por lo tanto Fresa ignora muchas cosas.Decide no pensar tampoco en éstas tonterías y empina su botella de licor de cuatro pesos con cincuenta.A lo lejos, la ciudad se desdibuja. Pasan autos zumbando como insectos fabulosos. En una esquina le hago señas a un sesenta, me siento en el fondo y me sumerjo en mi walk-man para ver en cámara lenta. Mis dientes se chocan y noto que otra vez tengo la mandíbula tensa.Por un momento siento esa amarga sensación. Donde estás?. Donde estás?Algo trepa por mi pecho, es como un puño que sube en forma de gemido y se convierte en llanto. Un borbotón de súbita vergüenza en la mitad del día. La gente me mira como si hubiera perdido el juicio. Me miro las manos, no puedo evitar que tiemblen como las de un anciano.El día se ha vuelto blanco, blanco, blanco.Un trago, otro trago, un río, un océano...Nunca la había soñado tan lejana, y sin querer, la fui deshaciendo en jirones al imaginarla.

No comments: